Insultos en el Rey Lear

Una de las características que encontramos en la obra de Shakespeare es la forma peculiar como utiliza los insultos. En el lenguaje coloquial y cotidiano, en la literatura, en el cine o en la televisión los insultos suelen referirse o hacer alusión al origen de alguien: hijo de prostituta, malnacido; o a características del cuerpo: boludo, tetona…
Pero Shakespeare va más allá: “Caiga la peste sobre tu semblante epiléptico” le dice Kent a Osvaldo..
Veamos algunos pasajes en los que nos deleita con sus peculiares insultos. Comencemos con el enfrentamiento entre el rey Lear y su hija mayor Gonerila.
El rey Lear. Acto I, escena 4ª
Lear: ¡Tiniebla y demonios! … Bastarda envilecida… ¡Demonio de corazón de mármol, que cuando te apareces en una hija eres aun más horrorosa que el demonio del mar!… ¡Detestable lechuza, mientes!… ¡Naturaleza escúchame! ¡Querida diosa, escúchame! Si tu designio era dotar a esta mujer con la fecundidad, suspende tu propósito. Entrega sus entrañas a la reproducción, para que jamás brote de arruinado cuerpo criatura que la honre. Si llega a concebir de su maldad engéndrale un hijo que no muera y sea para ella desnaturalizado y perverso suplicio.
Que en su juvenil frente estampe hondas arrugas
Que lágrimas de fuego horaden sus mejillas;
que todas sus ternuras y maternos cuidados
le sean retribuidos con burla y menosprecio
para que sienta así cuánto más lacerante
que colmillo de víbora es tener hijo ingrato.
…
¡Por la vida y la muerte!
Me avergüenza que tengas el poder de quebrar
Mi fortaleza de hombre. Deberías ser digna
de estas candentes lágrimas que ha desprecio me brotan.
¡Que caigan sobre ti relámpagos y miasmas!
Úlceras incurables de maldición paterna
Taladren tus sentidos. Ancianos ojos necios,
si vuelven a llorar por esta misma causa
yo los arrancaré y envueltos con las lágrimas
sobre la dura tierra se tornarán en baro.
¿A esto hemos llegado? Pues bien que sea así
… rasgará con sus uñas tu rostro de alimaña
En esta misma pieza de teatro, el rey Lear, encontramos también un divertidísimo pasa en el que se enfrentan el conde de Kent, al servicio de Lear y Osvaldo un sirviente de Gonerila
Osvaldo: ¿ Me conoces? ¿Por qué me conoces?
Kent: Por un redomado pillo, malandrín y tragasobras.
Por un rastrero, engreído, corrompido, mendicante.
Por un arrastrado de tres mudas.
Por un descastado que con hediondas medias de estopa aspira a caballero.
Por un pleitero de baranda con hígado de gallina; un hijo de puta, un filipichín empañespejos, archioficioso, arribista amanerado, esclavo de trece por docena, de esos que harían de proxeneta por ganarse una palmadita.
Un amasijo de bribón, pordiosero, piojoso, cobarde y chulo.
El hijo y heredero de una perra chandosa .
Uno a quien arrancaré clamorosos aullidos de dolor a porrazo limpio, si niega la menor sílaba de estos títulos.
Osvaldo: Estoy sin un aliento…
Kent: …pícaro cobarde. La naturaleza reniega de él.
Un albañil lo hizo… un albañil porque un tallador o un pintor no podría haberlo hecho tan contrahecho aunque solo llevara dos años en el oficio… hache hijueputa, letra inútil.
(Al público)
Estos golfos sonrientes roen como ratones
hasta casi romper los vínculos sagrados
que la naturaleza rechaza desatar.
Adulan las pasiones inicuas de sus amos
arrojan leña al fuego y nieve a la borrasca.
Afirman y reniegan y giran cual veletas
a cada ventarrón que cambia a sus señores
y no entendiendo nada los siguen como perros.
(A Osvaldo)
¡Caiga la peste sobre tu semblante epiléptico!
Te ríes de mis palabras como si hablara un loco.
¡Ganso vil, si te hallara en campo solitario
Te llevaría en carrera graznando a tu corral.